Consumo crítico, justo, responsable y solidario

Cada acto, por pequeño que sea tiene su consecuencia inmediata o futura... Así, no solo es importante cuidar lo que decimos, sino lo que hacemos. Aplicada esta teoría al consumismo, no podemos olvidar que cada uno de nuestros pequeños actos de consumo son un gesto de dimensión planetaria, cómplices, por tanto, de acciones inhumanas y ecológicas perjudiciales o por el contrario, actos transformadores que nos dirijan hacia un mundo más justo y más humano. Siendo conscientes del sistema de producción capitalista y todo el entramado de estructuras de poder, es nuestra obligación moral consumir críticamente y con criterio. Lo que significa comprar lo que necesitamos y superar la versión que nos han contado y nos hemos creído durante tanto tiempo. No necesitamos más para ser mejores, realizarnos o alcanzar la felicidad. Nos inyectan el veneno en la publicidad y nos anclan a estereotipos deseados y a modas, intentando generar necesidades que puedan aplacar nuestros miedos, inseguridades, anhelos, … Consumo consciente es conocer que detrás del consumo están los productores, su procedencia, sus condiciones laborales y humanitarias, así como el impacto sociomediambiental que las empresas no contabilizan en sus balances pero que dejan huellas evidentes.


Por tanto, el consumo responsable conlleva postura permanente de elegir cada vez que hacemos algún gasto, teniendo en cuenta no sólo la calidad y precio, informarnos sobre la procedencia, la historia de ese producto y el comportamiento de la empresa que nos ofrece. Es aquí donde el consumo tiene su poder transformador para cambiar el sistema productivo, alternativas que pueden ser las semillas de otra economía posible. través de nuestra compra premiamos o castigamos a las compañías que respetan o perjudican el medio ambiente, que mejoran o empeoran nuestra salud y que reconocen o pisotean los derechos de los trabajadores. Por tanto, apostando por un consumo responsable basado en productos libres de agentes químicos y obtenidos de manera justa y sostenible, ganaremos en salud, ganará el medio ambiente y ganaran los trabajadores en su zona de producción.

Lo mejor de todo es que cuando empiezas, ya no hay vuelta atrás y aunque algunas personas puedan clasificarte como “friki”, es sembrar una semillita que los que te siguen pueden elegir recoger.  Cuando salgo fuera de casa me adapto a las circunstancias pero dentro de casa y en mis rutinas habituales, me sienta bien ser una friki cuando:
  • No compro alimentos que contengan aceite/grasa de palma, aunque a veces hago excepciones con los niños.
  • Consumo alimentos lo más naturales y frescos posibles (evitando envases de plástico o de cualquier otro tipo).
  • Selecciono alimentos ecológicos en la medida de las posibilidades, así como los que contienen menos aditivos, conservantes y colorantes.
  • Consumo de bollería y pan artesanal, no industrial.
  • Formo parte de un grupo de consumo local, productor de verduras y hortalizas, sin utilización de pesticidas.
  • Consumo de huevos de gallinas criadas en libertad y alimentación natural.
  • Evito coger bolsas de plástico en cualquier establecimiento, llevando en el bolso las que tengo y reutilizándolas.
  • No compro gel de baño, sino que utilizo pastillas de jabón natural, evitando desechar envases de plástico y, además, duran mucho más tiempo.
  • No compro detergente para la ropa, ni fregasuelos. Realizo el jabón en casa con nueces de lavado (publicaré en próxima entrada). Además de no contener químicos (respetuoso con el medio ambiente), es muchísimo más barato y no se desechan envases de plástico.
  • Comprar lo necesario y si es posible de segunda mano. En mi caso particular y a nivel deportivo, tengo la gran fortuna de contar con patrocinadores que me surten de aquello que necesito.
  • En el caso de la ropa, no compro aquellas marcas cuyas multinacionales fabrican bajo sospecha de utilización de mano de obra infantil o en condiciones de esclavitud.
  • Evito el agua embotellada en la medida de lo posible, utilizando agua del grifo, llenando botellas de aluminio o cristal para transportarla. Así evito tener que desechar botellas de plástico.
  • La Thermomix es mi perfecta aliada para la elaboración de tomate frito natural y mermeladas de frutas.
  • Los yogures, en la yogurtera. Mucho más sano, más económico y evitando desechar tantos envases.
  • Bajo consumo de carne y pescado. Consumo de zumos de frutas naturales, evitando los procesados.
  • En la medida de lo posible, realizo todas las compras dentro de la localidad para favorecer la producción y economía local, evitando desplazamientos innecesarios.
  • Como compro lo necesario, no frecuento los centros comerciales. Destino lo que no gasto en una alimentación sana, desafortunadamente más cara. 
  • Todo lo que no necesito, no lo tiro a la basura, lo entrego a quienes les hace falta. 
  • El almuerzo de los niños, en vez de colocarlo en papel de aluminio que se tirará a la basura, mejor en envases que se puedan reutilizar.
  • Principalmente, trato de reducir al máximo la producción de residuos innecesarios, así como reutilizar y reciclar.
  • Traslado a mis hijos esta forma de pensar y actuar. Me informo de forma regular sobre todo lo que tiene que ver con alimentación, consumo responsable y conciencia medioambiental. Os dejo algunos enlaces que me gusta consultar:

Aún son muchos los cambios por realizar pero en el ejercicio de un consumo crítico, justo, responsable y solidario, dejas de ser esclavo del sistema, reduciéndose las necesidades y caprichos. Consciente aún, de todo el camino que queda por recorrer y por cambiar...., antes de que nuestra madre tierra se colapse, conduciéndonos al desastre.

(Cuchara de plástico) Es increíble que nuestra sociedad haya alcanzado un punto en el que el esfuerzo necesario para extraer petróleo del suelo, enviarlo a una refinería, convertirlo en plástico, darle la forma adecuada, transportarlo a un establecimiento, comprarlo y llevarlo a casa, se considera menor que el esfuerzo de limpiar una cuchara que se acaba de usar.

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